MARÍA
GÓMEZ


artículos de prensa - (estractos)

Hace tiempo, en una colectiva de ésta misma galería (Montenegro), me llamó particularmente la atención una obra sobre papel de María Gómez y así lo hice constar. De entonces hasta hoy, tanto por alguna pieza entrevista como por ésta primera exposición individual, aquella atractiva impresión inicial no ha hecho sino confirmarse. María Gómez se mueve en consonancia con una cierta honda generacional, pero, con indiferencia de lo que ello tenga de fascinación o de curso natural, desemboca en una obra capaz de conectar con los aspectos menos obvios de la moda, de dotar a sus imágenes de un misterioso poder de evocación, de sugerencia mítica (…) pistas todas de quien puede llegar a convertirse sin tardar en uno de los platos fuertes de nuestra joven generación de pintoras.
Fernando Huici. “María Gómez, una promesa cargada de misterio” El País. 14-5-83

La pintura de María Gómez se inserta dentro de ese creciente entramado internacional que se está tejiendo a partir del neoimpresionismo centroeuropeo (alemán y austríaco) desde finales de la pasada década. Entre todos los movimientos y poéticas vigentes, los nuevos expresionistas o “pintores salvajes” constituyen la alternativa más revolucionaria, el avance más combativo, y no tanto por sus bríos formales y estilísticos cuanto por usar un punto concreto del pasado plástico como pretexto para su arrancada… Partiendo de éstas claves, no puede ser más interesante la primera exposición personal que nos presenta en Madrid a María Gómez con una muestra breve, pero suficiente y conturbadora, con una obra llena de resonancias clásicas (escenas sacrificiales, luchas titánicas, recordatorio de héroes como Sísifo, de islas solitarias y de gigantes perdidos en el piélago…)(…) Con todo, lo mejor de ésta propuesta es su capacidad para transformar el grito en canto, la desmesura en drama y el relato ambiguo en pintura efectiva, en pintura intensa, emotiva y desde ahora tan convincente como pujante.
José Marín-Medina “Abierto… ¿hacia dónde? María Gómez en la alternativa neoexpresionista”. Informaciones 6 de las artes y las letras. 5 y 6-1983

(...)... de alguna manera mi trabajo ha estado siempre en función de la figura dentro de un entorno que es el paisaje. Es decir, explica una temperatura de fuera que es también una temperatura interior… “Este retorno general a la pintura figurativa ha sorprendido a María Gómez con la certeza de un lenguaje propio que, remontándose atrás, tuvo su inicio en un mundo personal e imaginativo, cerrado sobre sí mismo, con la línea dura del dibujo señalándolo a cuchillo y el resto a su servicio, como la serie de cabezas y manos expuestas en la exposición “Quince artistas de Bellas Artes” del año 80. Posteriormente la línea se fue ensanchando, adquiriendo una cierta elegancia despegada, con alguna dosis de humor de la que aún quedan rastros en los dibujos. Todo esto ha ido quedando atrás porque las obras de ahora están pintadas con el dibujo y esta curiosa simbiosis ha producido sencillamente una de las prioridades, cuyas consecuencias se pierden en la alta densidad de esas aguas turbias que retienen, sin embargo, dosis de amor por la pura materia pictórica, por el fragmento abstracto dentro de la composición figurativa.”
Margarita Paz, “La figura centro de la pintura”, Guía del Ocio, Mayo-1983.

(…)The youngest and most interesting woman artist is María Gómez, who, alongside Paneque, is the only artist to have developed a sort of anti-new-Spanish art; a new personal ugliness composed of serpents, the beams of headlights and workers, in dirty colors, intelligent filth which triumphs supremely over the postmodern niceness of the rest of Europe. At last also a divergence from the slavery of the comic-strips or the Kiefer landscapes and his disciples (…)
Jutta Koether and Driedrich Diederrichsen,“Spanish art and culture viewed from Madrid”, Artscribe Nº59, 9-10.1986.

Tomándola en su conjunto, la obra de María Gómez produce una extraña inquietud. Como en la pintura metafísica y también en una parte de la transvanguardia italiana, los signos consiguen a menudo desviar la literalidad de su significado y se convierten en símbolos que, antes que revelar inmediatamente, sirven para confundir las pistas. Parece que el objetivo primordial de la artista fuese reflejar la segunda realidad de las cosas, esa realidad latente e imprecisa que impregna el universo y es capaz de expresar más y mejor acerca de la complejidad de éste que las imágenes directamente denotativas… (…)En términos generales, la pintura de María Gómez se sitúa fuera de un tiempo concreto, nos habla, mediante un reducido número de recursos iconográficos, de asuntos atemporales. El hombre se presenta desvalido ante el gran interrogante de la naturaleza. A veces atrapado por el abismo, semienterrado, y otras consigue alejarse en una barca a la búsqueda de su propia libertad… (…)Los obreros de María Gómez están idealizados como ocurre con los campesinos de Millet, ese pintor que atrajo a creadores tan diferentes como Van Gogh y Dalí. No obstante, los trabajadores de María habitan, a diferencia de sus otros personajes, en un contexto la mayoría de las veces urbano o industrial desprovisto de quintaesencias místicas. La artista ha empezado a pintar en el último año la serie de los obreros por dos razones, según ella misma nos ha contado. En primer lugar deseaba encontrar un alivio a la tensión que le produce la elaboración continua de imágenes sin apoyo objetivo. De otra parte, la necesidad de plasmar impresiones de lo que observa en torno a sí misma y otra razón más, hacer compatible la actividad intelectual con la actividad física del trabajo social. María Gómez representa así a soldadores, herreros o basureros en plena labor, y no se encuentran síntomas de denuncia a los oficios que podrían ser considerados escasamente gratificantes. “Durante un tiempo tuve frente a mi estudio de Estrecho un taller de soldador. Era bellísimo verles con sus monos azules y en acción de soldar” me contaba María. Su admiración no solo era de índole estética, sino humana, ante la observación de un trabajo sin “brillo” social.
Aurora García, “María Gómez. Más allá de las apariencias” Revista FIGURA, Nº 7 y 8. 1986.

“(...) Pero el más logrado, y también el más sencillamente enigmático de los cuadros de tema marino de María Gómez, es para mí el que premiamos en la última Bienal de Zamora. Es, creo, el cuadro más grande (dos por dos) que ha pintado su autora. En su centro un ligero esquife se desliza sobre la superficie del agua. Como único tripulante va un monje. Tripulante no es la expresión exacta, ya que no atiende a nada de lo que le rodea, ni se advierte sobre la embarcación aparejo alguno que la dirija. La barca se desliza, pues, a la deriva y el monje, tan tranquilo, leyendo ¿Se trata de un milagro? Nada parece indicar que intervenga aquí lo sobrenatural. La duda reina, y nada la disipa. La visión es fresca, casi naif, en azules y rosas claros, poco insistidos. Posee la frescura y la ingenuidad de una pintura medieval y contemplándola es en relatos fantásticos en los que pensamos (…) Si esa obsesión por el mar y los naufragios la comparte con otros pintores de su generación, en los parajes por dónde anda actualmente María Gómez no parece que corra excesivo peligro de encontrarse con mucha gente. Los paisajes que está pintando no tienen nada que ver con los que pueda estar pintando, más o menos del natural o con más o menos intencionalidad lírica, otra gente. Son, más que nunca, paisajes mentales, construidos, levantados sobre la memoria. Dentro de su obra representan a mi entender un muy notable tránsito de un región alta, en la que es difícil predecir si se detendrá mucho tiempo, pero de que ya ha extraído -por seguir con la metáfora que proponen sus Obreros de luz- más que suficiente para nuestra sorpresa. Respecto de sus cuadros con figuras, estos paisajes son todavía más contenidos, más naturales de apariencia. De ahí que todavía sea mayor la fascinación que ejercen.”
Juan Manuel Bonet, “En la vaga aurora del claroscuro”, Revista FIGURA, Nº 7 y 8. 1986.

Hombres que avanzan con linternas encendidas, figuras de arcilla que salen de un pequeño mar, frases llenas de sugerencias. La obra que María Gómez expone en la galería Montenegro, refleja de formas diferentes un único interés por la solitaria y solidaria naturaleza del ser. Muestra la tensión por llevar hasta el final todo impulso artístico. Es plasmación de una paradoja: se acierta en la diana porque se dispara en sentido contrario. (…) -Otra cuestión que quiero preguntarle es por qué esa preferencia, ese interés en pintar algo tan variable y fugaz como las nubes en esos cuadros pequeños de la exposición. -Esos cielos acompañan a las figuras de arcilla. Los pinto con facilidad. También hay una teoría detrás: a nadie se le ocurre decir mirando el cielo, “esta nube está mal colocada” o “no es muy bella”. Sea como sea la Naturaleza es perfecta. A mí me agradaría pensar que si conectas bien con ella, a través de la pintura, la escultura, lo que sea, el error no tiene cabida. Igual que una nube no tiene error o no tiene error un árbol. Da fruto cuando tiene que darlo y se seca a su debido tiempo.
José M. Parreño “María Gómez o la paradoja de acertar en la diana disparando en sentido contrario” ABC. 23-5-87

…5 años de la galería Montenegro y 3 artistas que han comenzado su carrera profesional, con la galería: María Gómez, Juan Uslé y Francisco Leiro. María vive en Madrid. La conocí por sus amigos ex compañeros de la Escuela de Bellas Artes. Después de cuatro años compruebo que cada día que pasa tiene más amigos, sospecho ha desarrollado un natural poder angélico de seducción (…)
Manolo Montenegro. 4 Taxis. Febrero-1987

María Gómez es una artista “reservada” cuya escasa producción se administran marchantes y coleccionistas con cuentagotas. La belleza melancólica y distante de sus trabajos crea una densidad poética cuyas claves más íntimas nos están siempre vedadas. Para el buen aficionado, la noticia de una exposición individual de su obra siempre es motivo de regocijo, aunque, como en ésta ocasión, visitarla exija darse una rápida vuelta por la galería Fúcares, de Almagro, que con ésta muestra cumple sus primeros quince años de vida. (…) Técnicamente, la pintura de María Gómez, es de una estudiada sencillez. Su gama de colores sorprende por sobria. En su paleta abundan los grises, ocres y sienas; los azules nocturnos, los verdes mediterráneos y los blancos marfileños. Le gusta jugar con diversas texturas y no es extraño que alterne zonas gruesas y empastadas con otras muy líquidas apenas aguadas. Ha cultivado muy diversas técnicas, “el collage”, diferentes formas de estampación, la escultura en arcilla. En todos los casos huye de efectismos y estridencias. También sus imágenes son sencillas. Abundan las figuras solitarias, personajes que escriben, dibujan o simplemente piensan; bañistas y paseantes que atraviesan bosques, colinas o lagos. Sombras apenas, diminutas siluetas. Personajes descansando en cuclillas y otros que horadan la penumbra con linternas. Escalas monumentales y escalas reducidas. Claroscuros y nieblas. Espirales, laberintos, cuadrículas, dianas. Objetos aislados, islas, barcas. Algunos paisajes urbanos. Obreros en plena faena. Con relativa frecuencia incorpora algunas palabras o frases cortas. Breves puntualizaciones o advertencias que oscilan entre lo poético y lo estrictamente privado. De hecho la crítica ha señalado en más de una ocasión que la pintura de María Gómez admite una lectura narrativa (…).
Francisco Rivas. “María Gómez, hermética claridad” Blanco y Negro, ABC. 22-10-89.

(…) Siempre me ha parecido ésa la característica más notable de esta pintora, esa milagrosa convivencia de la claridad en la forma y del misterio en lo que se refiere a la narración, a la atmósfera. “Casa de maestro I” y “De vuelta a casa” son, en ese sentido cuadros especialmente reveladores. El primero es un paisaje semidesértico, de una melancolía intensa, bañado por una luz entre amarillenta y blanquecina. En él se recortan recintos, geometrías, huecos con algo de enterramientos, y recordamos a éste propósito que la pintora, siempre amiga del viaje y de la huida, acaba de pasar una larga estancia en Egipto. El segundo es también un paisaje en el que reina una extraña luminosidad. Una serie de detalle lo animan. En su centro aparecen una mujer y un hombre, hieráticos, junto a una moto. Los dos cuadros en cuestión me parecen los más importantes de la muestra, y sin duda alguna dos obras maestras. No son las únicas a las que cabe otorgarles este último calificativo. María Gómez se encuentra en un momento óptimo y ello sin perder un solo momento esa frescura, esa inmediatez que ya tenía hace diez años, cuando “15 de Bellas Artes” y que hace que si nos dijeran que éstos cuadros han salido a la primera, sin meditación “técnica” alguna, casi nos lo creeríamos.
Juan Manuel Bonet. María Gómez: de su diario íntimo. ABC de las Artes. 3-1-91.

This exhibition highlights a serious and engaging strain in contemporary Spain painting. (…) From María Gómez come several quirkily religious paintings. Like Mr. Sicilia, she paints in pale, subdued colors. As in “Retablo” she draws figures in a loose, jittery hand, which accentuates the fragility and gentleness that are among her attributes (…)
Michael Kimmelman. Imágenes Líricas: New Spanish Visions. The New York Times. July 26, 1991

“En mi trabajo, procuro obrar de una manera muy simple. También procuro no marcarme objetivos. Preparo las telas y las pinturas y actúo hasta que la pintura, en algún momento, empieza a funcionar por sí misma. A partir de ese momento, tengo la sensación de que no soy yo quien pinta, sino de que se pinta, con unas leyes que voy descubriendo y dando nombre a medida que van apareciendo. Por ejemplo, en la última tela, una mancha central se convirtió en una roca…” Lo decía María Gómez con motivo de su anterior individual madrileña, celebrada a finales de 1990. (…) En su nueva comparecencia madrileña muestra una serie de dibujos sobre las constelaciones. La mitología y los aires nocturnos están, por ello, plenamente justificados. La unidad del conjunto, una serie de 16 dibujos de igual técnica y formato, tiene su réplica en una obra final, “Osa”, con la silueta opaca de una casa y el dibujo de un gato, que recuerdan su época más suelta, mediados los años ochenta. (…) La tensión viene determinada por la manera de plantear las imágenes, de ordenar sutiles gradaciones de espesura, decididas a partir de esos puntos de luz que son las perforaciones que simbolizan las estrellas. La quietud la define la forma de presentar las escenas, los paisajes, las levitaciones aéreas y especialmente, el modo de insistir en que lo que ocurre en los cuadros es una visión un tanto sorpresiva, que se superpone sobre la noche cerrada y requiere contemplación. De hecho, cuando incluye personajes en las obras, podría decirse que actúan al modo de los que se asomaban a una puerta en muchos cuadros barrocos, para dar fe del milagro que allí estaba ocurriendo. Ese detalle es, sin duda, uno de los mayores logros de las “constelaciones” de María Gómez. Una sensación que se refuerza por la calidad de espejos que tiene sus imágenes. Si los dibujos hablan de paisajes atrapados por constelaciones, al espectador le ocurre otro tanto con los dibujos.
Miguel Fernández -Cid, “Las constelaciones, versión María Gómez”, Diario 16. Abril-1994.

El libro se ha apoderado, en los últimos tres años, de la pintura de María Gómez, aunque sería más cierto decir que la pintura de María Gómez se ha apoderado de la imagen viva de los libros, de su continente formal y de la evocación de sus contenidos como itinerario y renglón desde el que enunciar, con mayor carga significante, lo que de siempre ha habido de literario en su pintura y en su caso, como en muy pocos además, lo literario no implica ni desprende ningún calificativo desdeñoso. Sino, y muy al contrario, un plus de interés poético añadido a una poética tan personal como sugerente y consolidada. Su exposición en Antonio Machón, en cuya galería ofreció hace tres años su última comparecencia en Madrid –“Nueve constelaciones”- reúne óleos, dibujos en carbón, técnicas mixtas y esculturas, en la que constituye, creo recordar la muestra más completa y numerosa de su trabajo realizada hasta la fecha y, para muchos espectadores, el primer contacto con su pintura desde que hace siete años expusiera en la galería Mar Estrada (…)
Mariano Navarro, “María Gómez, historias pintadas”, ABC de la Artes. Marzo-1997

Pintar el libro ha sido una de las reiteradas obsesiones de la discreta María Gómez, una artista que desde los años ochenta se mueve con gran soltura dentro del campo de la nueva figuración, sin dejar de hacerle algunos guiños esporádicos a las inevitables modas conceptuales. En ésta nueva individual en la galería Antonio Machón, en Madrid, insiste en una temática en la que se siente especialmente cómoda y que le ha dado evidentes satisfacciones: la relación de las mujeres con el mundo de los libros y simbólicamente también con la escritura y con la lectura. (…) Pero María Gómez va un poco más allá y sus pretensiones abarcan el mundo mitológico, algo que Miguel Cereceda se encarga de explicarnos en un texto titulado La Mirada de Eurídice, y que nos documenta sobre ése deseo de subrayar la mirada femenina frente a la escritura y relacionarla con el tejer destejer de la paciente Penélope. (…) No olvidemos que los conceptos merodean como avispas inquietantes su obra, y que esa inquietud, que a veces puede distraernos demasiado, es también parte importante del juego que nos propone.
Marcos Ricardo Bernatán.”La mirada femenina” El Mundo. Arte. Mazo-1997

No es, desde luego, “lo literario”, por más que pueda parecer, lo que define la naturaleza de éste ciclo de obras con las que María Gómez ha tejido su hermoso y laberíntico ritual de celebración de “esa otra gran aventura” que son los libros. (…) María Gómez ha acertado a desarrollar, para mi gusto, aquí la muestra más densa, enigmática y rotunda que le recuerdo (…)
Fernando Huici. “Territorio ritual del libro” El País, Marzo-1997

María Gómez muestra en sus obras figuras y objetos reconocibles que ocupan lugares y paisajes posibles, dentro de los podríamos denominar, de una manera simplista, pintura figurativa. A pesar de esta relación directa con la realidad visual, sus cuadros muestran una extraña apariencia mientras que las figuras que aparecen representadas en ellos adoptan unas disposiciones que suscitan preguntas como: ¿qué hacen estas mujeres avanzando en la noche?, ¿qué buscan aquellos personajes? Estos interrogantes nos transportan a un mundo diferente del de las imágenes, nos conducen al dominio del pensamiento y de la literatura, al ámbito hermético de una religiosidad en la que domina lo enigmático. Se debe a que estos cuadros han surgido bajo la influencia de la lectura de las visiones teofánicas de Abenarabí (Ibn Arabí), unos textos contemplativos en los que el filósofo anuncia la revelación de la visión (…) A través de su obra, la artista busca su estrella, anhela la luz de un conocimiento que se sitúa más allá de la mera visión física (…) Las metáforas de la noche, las estrellas y la luz dominan estos silentes paisajes, mientras que los personajes que los pueblan buscan algo que se halla fuera del ámbito plástico, aunque ese algo invada la pintura por completo.
Javier Maderuelo, El País, 18-3-00.

María Gómez es uno de nuestros “raros” más seductores e inclasificables, y su pintura resulta tan extraordinariamente singular que no puede ser dicha, que no tiene sentido referirla sobre su dominio de elementos plásticos ni relacionarla fuera de su propio universo. Es verdad que se trata de un arte que, por afinidad, remite al simbolismo: esa concepción moderna -y postmoderna- de pintura de sueños que busca no solo unas formas inéditas, sino asimismo un contenido nuevo y una nueva síntesis estética.
José Marín-Medina, ABC, 15-4-12.

(…) El arte puede iluminar ésa ausencia, no restaurando mitos sino abriendo perspectivas y horizontes que despierten por un momento el afecto (y el gozo de vivir) y hagan a la vez pensar: empujen al pensamiento a cruzar la frontera del cálculo, la conveniencia o la oportunidad. Para ello el arte moderno no escapa de éste mundo en busca de otro fabuloso sino que con figuras de cada día abre a lo que se oculta en esa misma vida cotidiana. Eso hace María Gómez. Sus escuetas imágenes hablan de búsqueda, encuentros y desencuentros, del calor del amor en medio del desamparo, de quien espera aunque tenga un lugar de acogida. Pero ésa poética que contienen sus imágenes no es gratuita ni narrativa sino que brota de la forma. Una forma que como decía Adorno es contenido sedimentario. Las figuras de María Gómez son elementales, escuetas. Quieren evitar cualquier exceso de embellecimiento o demasía de la expresión. Así los cuerpos y los gestos remiten a las pasiones básicas que las animan. Nocturnos casi monocromos subrayan ésta forma austera que impide las conocidas coartadas que puede proporcionar el arte. El arte en efecto puede servir de consuelo, muchos lo tienen como mera diversión y no faltan quienes buscan en él la ocasión de un desahogo sentimental que no comprometa: un calosfrío retiniano, decía Octavio Paz, que no llega a turbar el pensamiento. Ante las obras de María Gómez no caben esas coartadas: más bien invitan al reconocimiento, es decir, a verse en lo que se ve, a reconocerse en esos personajes que poseen afectos básicos y se mueven en situaciones elementales.
Juan Bosco, Diario de Sevilla, 29-1-12.